FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

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jueves, 11 de abril de 2024

Israel está utilizando el hambre como arma de guerra -- Amy Goodman Denis Moynihan

 


Rebelión

Fuentes: Democracy Now!
Israel está utilizando el hambre como arma de guerra al imponer una hambruna sobre los más de dos millones de palestinos que están atrapados en Gaza, un millón de los cuales son niños y niñas. Un total de 27 menores ya han muerto de inanición desde que el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, declaró el 9 de octubre de 2023: “No habrá electricidad, ni alimentos, ni combustible; todo está cerrado. […] Estamos luchando contra animales humanos”.Ver noticia

Día 184º de asedio sobre Gaza: 33.175 personas asesinadas. Hay 677.000 gazatíes en inseguridad alimentaria catastrófica

 


Kaosenlared

La cifra oficial de palestinas y palestinos asesinados en la Franja de Gaza alcanzó este domingo los 33.175, cuando se cumple este domingo 7 de marzo seis meses del inicio de la devastadora ofensiva bélica israelí en los territorios ocupados. Ver noticia

El Congreso apoya la iniciativa popular para regularizar a cientos de miles de migrantes que ya viven y trabajan en España

 


eldiario

El Parlamento vota, con el único voto en contra de Vox, la toma en consideración de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP), apoyada por más de 600.000 firmas, para regularizar alrededor de 500.000 personas migrantes. Ahora pasará al trámite parlamentario, sujeto a enmiendas y a un futuro voto final Ver noticia 

El Parlamento Europeo despide la legislatura con un recorte de derechos para las personas migrantes María G. Zornoza

 


Público

Tras ocho años de vacío y tres y medio de negociaciones, el consenso entre populares, socialdemócratas y liberales ha permitido rubricar el pacto de asilo, que prima el control fronterizo
«Este pacto mata, vota no». Una protesta espontánea se colaba en la tribuna del Hemiciclo en medio de una de las votaciones más ajustadas, emocionales y trascendentales de los últimos años. Ver noticia

FRANCESC TORRALBA: "EN TODO CREYENTE HAY TAMBIÉN UN AGNÓSTICO"


col martell

 

"Un ejercicio intelectual intenso y extenso en el tiempo que me ha permitido profundizar en una de las páginas más bellas del Evangelio". Así describe Francesc Torralba el proceso de escritura de su nuevo libro, Bienaventuranzas para agnósticos (Fragmenta), un trabajo en el que, a partir de una larga serie de cartas cruzadas ficticias entre Francisco ( alter ego  del autor) y Guillem (un amigo agnóstico), el teólogo y filósofo barcelonés ofrece una mirada personal al texto de las bienaventuranzas . "Sólo por esta página, vale la pena leer todos los Evangelios", asegura Torralba sobre estos principios divinos a través de los cuales despliega con maestría los grandes principios de la propuesta cristiana.

- ¿Cómo surgió la idea de ese libro en forma de diálogo ficcionado?

-El epistolario es un género literario que siempre me ha interesado. He publicado varios libros de cartas, pero éste es un epistolario ficticio porque yo soy el emisor y el receptor de las cartas. Me gusta este género porque a través de él se da vida a dos personajes distintos que tratan los temas desde distintos ángulos. Me interesa la voz del creyente, pero también la del agnóstico. Quiero dar relevancia a sus preguntas y cuestiones y también a ese punto de vista opuesto al mío. La mejor forma de hacerlo era a través de un diálogo abierto y sin complejos sobre una cuestión de interés universal: la felicidad.

-¿Qué hace pensar que las bienaventuranzas puedan ser susceptibles de una “adaptación” para agnósticos?

-Todo ser humano, por naturaleza, desea ser feliz. Sin embargo, hay varios caminos hacia la felicidad y no todos son coincidentes. Me ha interesado presentar el programa de felicidad que emana del Evangelio y, en particular, del Sermón de la montaña. Lo he querido hacer considerando en serio las objeciones que presentan mis amigos agnósticos, para ver qué congruencia o solvencia tiene el programa de felicidad que plantea Jesús en las ocho bienaventuranzas. No me propongo adaptarlas a la visión agnóstica, sino presentarlas de forma significativa y razonable, atendiendo a sus preguntas y cuestiones. Un título más largo y quizás más adecuado habría sido: 'Las Bienaventuranzas explicadas a mis amigos agnósticos', pero el editor, con buen criterio, lo desaconsejó para simplificarlo y hacerlo más ágil.

-¿Ha sido complicado para usted meterse en el papel de Guillermo? ¿Cómo ha sido ese proceso?

-No ha sido difícil presentar la perspectiva agnóstica. En todo creyente existe también un agnóstico, alguien que duda, busca, busca, se cuestiona lo que cree. Sólo ha sido necesario darle vida, dejar que se exprese y razone. Guillermo es un agnóstico culto y respetuoso, formado en la tradición cristiana que valora y ama el Evangelio, pero no cree en Dios, ni en ninguno de los dogmas del Credo de Nicea. La he querido presentar con toda solvencia racional y hacer de él un interlocutor válido y serio que plantea preguntas inquietantes que obligan al creyente a repensar lo que da por obvio, claro y evidente. No he querido hacer un esperpento o una caricatura, sino legitimar su posición y entender sus argumentos contrarios a la propuesta de felicidad del Evangelio.

-¿Qué representan las bienaventuranzas, a grandes rasgos, en el conjunto de la fe cristiana?

-La felicidad perfecta no es posible en ese mundo. Hay demasiado sufrimiento, demasiado dolor, demasiado crueldad para ser verdaderamente felices. Deberíamos encerrarnos en una burbuja opaca y ser ajenos a todo lo que implica alcanzar ese estado de felicidad. No podemos ser felices al constatar tanto sufrimiento en el mundo. Podemos alcanzar una felicidad imperfecta, pero sólo si velamos por causas nobles, si damos lo que somos a los demás, si nos entregamos a quienes sufren. La felicidad que emana del Evangelio no es el confort material, ni el placer sensorial, tampoco es la serenidad psicológica. Es un estado que adviene cuando con su acción o palabra mejoras la vida de los demás, aunque sea de un único ser humano en el planeta. Es la felicidad que tiene quien pacifica un entorno, quien lucha por la justicia, el que con su entrega consigue un bien para los demás. Esto es lo que realmente nos llena.

-Las bienaventuranzas se encuentran dentro del sermón de la montaña, una parte del evangelio que inspiró en buena parte la vida de Gandhi. ¿Por qué cree que el líder pacifista se sintió cautivado por el mensaje de Jesús?

-Gandhi reconoció que el cristianismo le atrajo profundamente, pero nunca renunció de su religión materna, el hinduismo, pero el mensaje de las bienaventuranzas y, en particular, la bienaventuranza que se refiere a los pacificadores, le fascinó. Gandhi luchó por la paz, por el reconocimiento de derechos y por la liberación de su pueblo del imperialismo británico a través de la no-violencia. Jesús vio a un maestro moral de la humanidad, un referente en el camino de desapego. Gandhi vivió con pobreza, luchó por la justicia y por la paz. Forma parte de los santos que no reconoce al santoral. Es una lámpara que ilumina la noche.

 

Jordi Pacheco

Religión Digital / Flama – (agenciaflama.cat)

EN GENERAL SE ENTIENDE


col koldo

 

El pasado mes de enero publiqué un breve ensayo (1) cuyo prólogo, de la pluma de José Arregi, reprodujo recientemente Fe Adulta. En él he realizado un ejercicio consistente en repensar el cristianismo, perentoria necesidad si queremos que dicho movimiento, que no fundó Jesús de Nazaret sino que se derivó de sus propuestas, sea significativo para la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Durante las semanas siguientes he esperado con cierta ansiedad los juicios de los lectores que, como es sabido, suelen proceder en primer lugar de familiares y amigos. Y ha habido una curiosa coincidencia en dos afirmaciones: que en general se entiende y que les ha hecho pensar. Este segundo juicio me ha agradado sobremanera pues coincidía de pleno con mi intencionalidad: no dar respuestas cerradas ni dogmáticas, sino aportar elementos de reflexión para que cada lector sacara sus propias conclusiones.

Más me ha preocupado la primera afirmación pues si solo se ha entendido “en general” implica que algo no se ha entendido. No entender un texto en su totalidad es una preocupación muy extendida en una sociedad como la nuestra que tiende, por diversos motivos, al pensamiento fácil y a la consigna simplista. Voy a romper aquí una lanza en defensa de la tesis siguiente: nadie tenemos la obligación de entender un texto en su totalidad. Comprendo que esta afirmación, en boca de una persona que se ha dedicado a la enseñanza, pueda causar cierto estupor, pero si esta defensa da que pensar me sentiré complacido. Y es que trabajamos con la falacia de que lo meritorio es entenderlo todo, cuando en realidad lo plausible es ante todo el intento.

¿Qué hay un párrafo que no se entiende? Seguramente al finalizar el capítulo la dificultad se habrá desvanecido como brizna de niebla al sol. ¿Que un capítulo no se ha entendido? Probablemente el resto de los capítulos arrojará luz sobre él, de acuerdo con el principio de que todas las partes de un texto son solidarias entre sí. ¿Que el libro no se entiende en su totalidad? Otros libros acudirán en su auxilio. Contemos también con la realidad de que los lectores no tenemos la competencia necesaria para abordar algunos temas; nadie podemos abarcar en estos momentos la totalidad del saber. Es sabido que los sabios de la antigüedad se han diluido en nuestros actuales especialistas y que la concepción aristotélica de la Filosofía como “ciencia de la totalidad de las cosas, por sus causas últimas, adquirida a la luz de la razón” (según el libro de texto en el que me inicié de adolescente en dicha disciplina) es ya una antigualla.  A partir del siglo XVII las ciencias particulares, a medida en que fueron adquiriendo un método y progreso propios, fueron saliendo del tronco común de la Filosofía. Ya Kant (siglo XVIII) no dominaba todo el panorama científico del momento y mucho menos filósofos posteriores.

Los seres humanos tenemos cierta tendencia a culpabilizarnos con excesiva facilidad, con una inercia que nos viene quizá de nuestra cultura judeocristiana. Tendemos, por defecto, a cuestionarnos a nosotros cuando en realidad, a veces, deberíamos poner en tela de juicio la habilidad para pensar o escribir del escritor. La tarea de transportar las ideas desde la mente al papel es delicada y requiere un exquisito cuidado y especial destreza. En ocasiones se producen desajustes entre lo pensado y lo redactado; y por ello solemos, en ocasiones, disculparnos: “yo no quise decir eso”. No pasa nada, siempre que seamos conscientes de que escribir es un arte que se perfecciona con la práctica. Enriquecer el vocabulario y domesticar la sintaxis son tareas no menos laboriosas que esculpir una buena escultura o pintar un bello cuadro.

Los textos, además, parecen estar investidos de cierta sacralidad -la primacía del texto escrito sobre el oral- y rápidamente nos aprestamos a realizar ante ellos la genuflexión. Pero hay que perderles miedo pues si son realmente buenos deberían ser sugestivos, provocadores y generadores de sentido. Si un texto no llega a conmovernos o a cuestionar nuestras creencias, no deberíamos quizá dedicarle demasiado tiempo.

Ciertamente la época en la que nos ha tocado vivir no deja demasiado espacio para el pensamiento crítico. Abundan los mensajes cortos, propios de las redes sociales, las consignas partidistas y las falsas noticias que se cuelan como verdades inconcusas en las mentes irreflexivas. Pensar requiere silencio, sosiego y una mente despierta y activa. Elvira Lindo lo dice en un reciente artículo: “El peligro de que sea la obra de arte la que juzga a quien mira y no al contrario es que el público se acaba sometiendo a lo que dicta su grupo y no arriesga una opinión, sino que repite consignas. Se supone que una va al cine, lee un libro o escucha una canción no para engullir el mensaje trillado, sino para poner en suspenso alguna convicción.”

En resumen, que nadie sacralice un texto ni deje de leerlo solo por temor a sus dificultades. Confío en que todo esto, en general y en particular, se entienda.

(1) POR UN CRISTIANISMO CREÍBLE. Reflexiones de un cristiano de a pie (Tirant, 2024)

SEGUNDO ‘ANUNCIO PASCUAL’: LO FEMENINO DEL ALMA DISPONE A LA EXPERIENCIA PASCUAL LC 24, 6-10


col zapatero

 

Jesús encargó a las mujeres que anunciaran la resurrección a sus discípulos (Jn 20, 17-18; Mc 16, 14). No por preferencia ni como origen de un feminismo eclesial; se trata de la capacidad de la mujer para tener experiencias religiosas muy hondas e íntimas. Las facultades femeninas de apertura, escucha, quedar ‘embarazada’ y dar a luz, de María de Nazaret, son complementarias a las de carácter masculino de la conquista, la razón, el esquema. A los discípulos, como a Tomás, les fue más difícil creer en el anuncio Pascual. (Lc 24, 11; Mc 16,13).

El discípulo misionero necesita esta actitud femenina, la actitud de María, modelo del ‘sí’ orante, para la experiencia mística de la Pascua; como también de la amistad, el enamoramiento y el desposorio espiritual de María Magdalena, que complementan el liderazgo de Pedro, la intrepidez de Pablo y la tenacidad de los doce. La Iglesia siempre ha sido femenina y masculina en la oración y la misión.

Todos en la Iglesia, pastores, laicos y consagrados, al igual que la sociedad a la que se lleva el anuncio misionero, necesitamos emprender una marcha hacia el lado del alma que aún está por descubrirse. Una nueva forma de ser discípulos misioneros y ciudadanos pide la recuperación de los tesoros femeninos que hay en cada uno, hombres y mujeres, para la apertura y aceptación de la Vida de Cristo en nosotros, que despierta el entusiasmo para salir a anunciar el Evangelio.

El nombre de Dios en la Sagrada Escritura, cuando quiere resaltar el aspecto femenino es El, Elohim, El-Sadday. Sadday, por ejemplo, en su raíz significa monte del seno materno; contraria a todo lo guerrero, porque ama la armonía, la prosperidad de las familias y los rebaños. 

Lo mismo decimos de ‘la Ruah’, traducida como ‘el Viento del Espíritu’, que en su origen es de carácter femenino, y es quien ha de guiar la misión. Descubriremos sus riquezas al liberarnos de creer que esta fecundidad se logra ‘haciendo’ planes, armando estructuras, imponiendo esquemas. 

Práctica pascual:

Haré una oración en medio de la creación: me expondré confiado al aire libre, ojalá en un parque, con los brazos abiertos, los ojos cerrados, levantando el rostro al cielo y respirando el viento que roza mi piel; oraré repitiendo:

‘Ven Espíritu de Cristo Resucitado y fecunda mi existencia”.

 

Víctor Ricardo Moreno Holguín

Religión Digital

ELLAS EN MARCHA, ELLOS ENCERRADOS


 

Ellas se pusieron en marcha temprano. No podían esperar. La noche, aliada, les regalaba todavía los reflejos de la luna que ya había empezado su repliegue. Conjugaron la prisa con las ojeras producidas por la falta de descanso y el cansancio del dolor vivido que seguía atenazando sus corazones.

¡Hay tanto movimiento en los inicios de la Pascua! ¡Hay tantos sentimientos contrarios! Miedo y alegría. Sorpresa y postración. Temor y consuelo. Intermediación y envío.

Suena un nombre “¡María!”, desaparece el temor y los pies se ponen de nuevo en marcha: hay una misión… y es comunitaria.

¡Cuánta Vida en los inicios de la Pascua!

Ellos… ¿Dónde están ellos? Paralizados por el temor. Encerrados por miedo a ser reconocidos y cerrándose a la novedad que cambiaría sus vidas tanto individual como comunitariamente. Incrédulos del mensaje de las mujeres y de los dos de Emaús. ¡No había nada que hacer!

Ellas no tenían voz en aquella sociedad, por tanto su palabra tampoco tenía credibilidad para aquellos con los que habían caminado siguiendo al Maestro.

Ellos si la tenían, pero de nada les servía. El pánico les había arrebatado la confianza en Aquel a quien siguieron hasta que los problemas empezaron, y el espanto, de lo que creyeron era el punto final, la muerte de Jesús, les arrastró al agujero negro de la desesperanza.

Ardua tarea que, aquella incipiente y pequeña comunidad aterrorizada, se dejara modelar por el testimonio de las mujeres y de los dos caminantes deprimidos. No fue suficiente.

Ellos necesitaron varias apariciones en directo y una buena regañina por “su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado”. Necesitaron encontrarle en su territorio cotidiano, entre barcas, peces y brasas encendidas en la orilla. “Es el Señor” dijo aquel discípulo.

Ellos, en su encierro, escucharon reiteradamente: “Paz a vosotros”… y, como no estaban abiertos a creer, les mostró sus manos y el costado como pruebas visibles. ¡Ahora sí, la alegría lleno sus corazones y recibieron el impulso del Espíritu para implicarse y contar al mundo lo que ellos se habían resistido a creer. 

No quedó aquí la cosa porque faltaba uno, Tomás, que no se lo puso fácil a sus compañeros. Tuvieron que asumir la misma incredulidad y resistencias que ellos habían tenido y que eran idénticas a las del recién llegado. Él pedía datos científicos claros y contundentes. Como dice el refrán: “Si no lo veo, no lo creo”.

Amor incuestionable. Paciencia infinita. Volvió Jesús ofreciendo de nuevo paz y datos. Poniendo todo su empeño en que la comunidad, ellas y ellos, fueran a contar al mundo lo que el Espíritu les decía por dentro: ¡Sal y cuéntalo!

*Hoy, 7 de abril de 2024, se cumplen 20 años de la publicación de mi primer escrito en ECLESALIA. Aquel día era Viernes Santo y hoy II domingo de Pascua.

Mi agradecimiento a César y Cristina (y sus “becarios”) por esta gran posibilidad de publicar todo lo escrito. GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS…

Mari Paz López Santos

ENCUENTRO HISTÓRICO DE PAZ CON EL EVANGELIO EN LA MANO


 

Hubo un tiempo, tan malo o peor que el nuestro, en lo que a la paz se refiere. Las Cruzadas del siglo XIII no estuvieron encaminadas a la recuperación de Jerusalén, ni a la protección de los cristianos, sino más bien a la conquista de nuevos lugares donde comerciar y dar rienda suelta a la codicia pensando en ampliar los beneficios en Oriente. Lo religioso en casi todas las Cruzadas era un barniz más que otra cosa. La V Cruzada (1217-1221) pretendía tomar Egipto y desde allí avanzar a Palestina. Pero fracasó ante el sultán de Egipto en medio de enfrentamientos y disputas constantes entre los propios cruzados.

Francisco de Asís no se le ocurrió idea mejor que embarcarse en una larga travesía para tener una entrevista nada menos que con el sultán Al Kamil Muhammad al Malik, sobrino de Saladino, al mando de Egipto. Lo extraño fue que el sultán aceptara recibir a unos frailecillos insignificantes contra el consejo de su séquito que prefería matarles allí mismo.

Lo cierto fue que Al Kamil se encontró por primera vez con un cristiano pacífico y devoto de su fe sin fustigar a nadie, que no quería la guerra sino la paz. Quedó tan impresionado con el Poverello que exclamó: “Si todos los cristianos fueran como Francisco sería muy fácil ser cristiano”.

Francisco logró una paz temporal entre ambos bandos después que el sultán llegara a ofrecer a los cruzados una tregua que estos rechazaron. Solo tras desbordarse el Nilo, los cruzados terminaron pactando una tregua que duró 8 años. Desde entonces, los franciscanos custodian los Santos Lugares.

La mansedumbre del corazón del frailecillo logra cumplir su viaje, tocar el corazón del sultán y regresar sano y salvo como testigo de la paz, en nombre del Evangelio. Cuentan que al despedirse, el sultán dijo a Francisco “Ruega por mí, para que Dios se digne revelarme la ley y la fe que más le agrada”.

En el actual ambiente bélico mundial, especialmente centrado en la masacre en que se ha convertido Gaza, es necesario recordar un encuentro así. La foto de Francisco y el Sultán es la imagen poderosa que ponga en valor al diálogo que vence a la lógica del conflicto. Diálogo a todos los niveles: en la familia, en el trabajo, en los Estados, pero también dentro de la Iglesia, ahora con el desafío de la sinodalidad. Y por supuesto, diálogo también entre el mundo cristiano y el mundo musulmán, saliendo al encuentro del Otro sin prejuicios.

La actitud de Francisco fue contra cultural, diríamos incluso ´poco eclesial´, frente a lo que se llevaba: ser “soldados de Cristo” para estar dispuestos a asesinar a los musulmanes y a ser asesinados por ellos como enemigos de la fe. Si la valentía del hermano de Asís fue sorprendente, no olvidemos la del sultán, que quiso colmarles de regalos a aquellos frailes, rechazando la opinión de sus asesores que preferían un baño de sangre. Un signo de que la paz construye. Yo echo en falta ensayos sobre las Escrituras y la historia de la humanidad, centrados en la paz y en las consecuencias de no haber apostado por ella; que es posible ganar más con ella que lo que se pierde.

Tras su experiencia, Francisco no volvió a su país de vacío. Frente a lo que se estilaba (morir y matar por Cristo era la mayor gloria que se podía conseguir), incluyó en su Regla la manera de evangelizar en territorios musulmanes junto al código de comportamiento a seguir en dichos lugares. No olvidemos que la actitud del sultán tuvo su importancia en la actitud posterior de Francisco hacia los musulmanes.

Un fruto reciente del corazón de paz de san Francisco lo tenemos en otro encuentro histórico de los frailes franciscanos de Betania, donde vivían María, Marta y Lázaro (los amigos de Jesús que siempre lo acogían). Se han reunido por primera vez en su convento con un grupo de musulmanes para compartir el iftar, el único momento del día durante el mes de ayuno del Ramadán en el que pueden comer. La preparación de la comida estuvo a cargo de Fátima Faroun, palestina musulmana, directora de la asociación Shoruq Society For Women, de Betania.

Coda final para escépticos: El encuentro entre Francisco y el sultán se produjo, es histórico y está documentado en numerosas fuentes coetáneas. Son destacables dos textos del obispo de Acre, Jacobo de Vitry, fallecido en 1240, que confirman la historicidad del diálogo. A lo que hay que sumar otros relatos y las referencias a este hecho por parte de san Buenaventura (s. XIII).

CREYENTES QUE REPIENSAN SU FE. EPÍLOGO


col anso

 

Vivimos una época de profunda transformación civilizacional planetaria, la más profunda y acelerada de la especie humana Sapiens desde sus orígenes hace 300.000 años. Nunca hemos sido tan poderosos, pero nunca nos hemos sentido tan inseguros y vulnerables. Es una época de crisis integral, que nos sitúa ante la gran alternativa: o escogemos juntos la vida o juntos nos condenamos a la muerte.

Pues bien, para las mujeres y hombres que escriben estas páginas repensar la fe no es un ejercicio mental ajeno a las amenazas y a las posibilidades de la vida en esta encrucijada planetaria. Es una forma de escoger la vida para todos. Una manera de soñar y de abrir caminos a la vida, a una vida más justa y en paz, más sobria y feliz para la humanidad y para todos los vivientes. Y una manera de buscar la sabiduría, la inspiración, el impulso vital, la palabra estimulante que se requieren para ello.

Este libro es una sinfonía de voces diversas, animadas por el mismo gran deseo. Y unidas por la misma convicción largamente, a veces dolorosamente forjada: que las religiones, con su lenguaje milenario, su vieja cosmovisión, su vieja antropología, sus viejos credos, códigos y rituales, ya no inspiran vida ni abren caminos de futuro común planetario, y que solo podrán hacerlo si liberan de la letra el espíritu que un día la inspiró, el espíritu universal que anima el corazón de cuanto es.

Es un libro luminoso de testimonios vitales, de búsquedas y tránsitos, de pistas e intuiciones para un tiempo de transición. Cristianos y cristianas de hoy, lúcidas y honestas consigo mismas, repiensan su fe, su confianza vital, su adhesión profunda al hombre Jesús, al espíritu que lo animó y que nos abre más allá de toda forma y sistema, más allá de toda institución eclesial. Repiensan su fe con la libertad y la sabiduría de los años. Un dios-ente metafísico supremo que creó el mundo de la nada e interviene en él a su arbitrio y se ofende y perdona, la Biblia como revelación sobrenatural de Dios, la encarnación plena del Logos o de la segunda persona de la Trinidad en el hombre judío Jesús, la muerte expiatoria, la resurrección física… y tantas cosas más ya no las pueden creer – tampoco yo – en ninguno de los dos sentidos del término “creer”: “tener algo como cierto o probable” y “entregar el corazón”. Solo podemos tener por cierto o probable aquello que nos parece razonable, y solo podemos entregar el corazón o la confianza vital a aquel, aquella, aquello que nos inspira y nos hace bien. Es así de simple.

Este libro no queda cerrado. Todas las creencias son provisionales, como todo lo que conocemos del mundo y las palabras que lo dicen. Seguimos abriendo los ojos para mirar y buscando palabras para decir lo real profundo que nos hace ser, cuyo silencio nos ilumina, cuya ausencia nos convoca. Seguimos en permanente transición, como Jacob en el paso de Yabok, como Moisés al encuentro de la Zarza Ardiente, como Elías en búsqueda de silencio y de paz. Deseamos vivir y decir el Misterio del mundo en coherencia con las ciencias y con los retos globales del mundo de hoy. Me permito señalar algunas tareas que en nuestra búsqueda reflexiva considero cruciales:

1. Romper el enfoque todavía fundamentalmente antropomórfico y antropocéntrico de la teología cristiana. Nuestra especie humana Sapiens no es centro ni cima de la evolución del cosmos, ni siquiera de la Tierra. Somos una forma contingente, inacabada, transitoria. Nuestra inteligencia, conciencia, libertad… son fenómenos emergentes de la materia, formas aún incipientes, y no son ni mucho menos facultades exclusivamente humanas. Por lo demás, no podemos menos de tomar muy en serio el horizonte “transhumanista” que sugieren las infociencias, las neurociencias y las biociencias; constituye un enorme desafío a la teología cristiana en su conjunto.

2. Abrirnos a una visión más honda del universo y de la “materia”. Solo conocemos el 4% de la materia-energía de este universo nacido del Big Bang, que no sabemos de dónde ni por qué se produjo, pero no de la nada ni por la intervención de un dios exterior. Es un universo holístico; un todo formado de partes que son también un todo formado de partes y así indefinidamente. Es un universo enteramente interrelacionado y autocreativo. La materia-energía originaria no es “materialista”, inerte, contrapuesta a “espíritu”; es dinamismo, relación, información, potencialidad, creatividad, y transciende nuestras categorías de espacio-tiempo.

3. Superar decididamente el imaginario tradicional de la vida después de la muerte. La muerte no es un fin, sino una transformación: disuelve nuestro yo individual “separado”, pero cada átomo y partícula pasar a ser partes de otras formas en el mismo universo. Y podemos preguntarnos: ¿tras la muerte no pervivirá el yo profundo en la interrelación universal, en la memoria cósmica, en la “conciencia divina”?

4. Ampliar radicalmente el estrecho marco antropocéntrico de la cristología, dogmática e historicista a la vez. No podemos pensar a Jesús como “dios” encarnado en el tiempo y el espacio, ni como hombre perfecto y acabado, ni como el más perfecto y acabado de los humanos. Fue un profeta judío, pero su vida buena tal como emerge de los diversos relatos evangélicos, más allá del dogma y de la pura historia fáctica, pero podemos mirarla, reconocerla, confesarla como icono inspirador del Aliento vital y de la plenitud hacia la que queremos caminar creándola.

5. Ahondar la experiencia y el lenguaje para expresar aquel lema de Bonhoeffer: “vivir ante Dios sin dios”. Queda atrás la imagen de Dios como ente supremo, omnipotente, extrínseco, creador a partir de la nada, que interviene operando milagros. Queda por vivir y decir la Presencia, el Fondo, el Aliento, el Alma, la Creatividad que es en todo cuanto es… “Dios” es un nombre metafórico del Misterio, de la Realidad creada y creadora en la que somos y que es en todo.

Y no importa llegar sino seguir caminando en confianza dialogante.

 

José Arregi, Aizarna, 20 de enero de 2023

Epílogo a S. Couderc & G. Heichelbech (ed.), Des croyantes repensent leur foi. Ce qui les fait vivre. Ce qui n’est plus croyable (Karthala, Paris, 2023)

REVISANDO LA IMAGEN DE DIOS


col arregi

 fe adulta

Siento que necesitamos cambiar urgentemente las imágenes que tenemos de Dios y que transmitimos en nuestras manifestaciones de fe y en nuestras celebraciones.

Por supuesto que no pretendo sentar pontificado. Espero iniciar un cambio de lenguaje y por lo tanto, un cambio de conceptos en torno a Dios.

Jesús de Nazaret nos transmitió su Mensaje con unas palabras que luego hemos ido cambiando y convirtiéndolas en un mensaje religioso, pero no cristiano.

En el evangelio, Jesús vive, busca, anuncia el Reinado de Dios. Una sociedad nueva desde el Dios Amor. Y en ese mensaje tienen centralidad los pobres, los que están al margen del camino. Jesús se encuentra y vive con los que están al borde de la sociedad. Jesús dialoga con ellos, tiene misericordia. Entrañas maternas de donde brota el amor y la bondad.

Esto pone en evidencia muchas figuras del dios que hemos elaborado. Hemos imaginado y anunciado un dios individual, varón, blanco, que vive al otro lado de las estrellas. Vigila el mundo para juzgar a los buenos y a los malos. Él no se contamina con la realidad de los humanos. Tiene una moral y un juicio exigente. Le encantan las ceremonias y la riqueza en los templos, celebraciones, con mucho oro y trajes elegantes, con templos con mucho arte. Amigo de los ritos y costumbres superficiales (un niño que reza las tres avemarías, aunque sea malo, se salva). Un dios que pide caridad con los pobres pero que no se identifica con ellos… Damos donativos a los pobres, pero no somos pobres con los pobres.

Un dios que está ajeno a las guerras y violencias. No está presente en las personas que sufren, que viven las consecuencias del hambre y la guerra. Está ausente en Gaza y Ucrania. No está a favor de los indefensos ni derriba a los poderosos. Un dios arbitrario, que manda la lluvia cuando quiere y cura… la enfermedad a quien le parece…

Un dios al que se le ofende con nuestros pecados y que necesita enviar a su Hijo a la cruz para redimirnos. No es el Jesús que, entregando su vida, nos salva y va transformando nuestras vidas, porque Él entrega su vida en cada momento de su caminar terreno hasta la Cruz. Favorece a los ricos como un regalo por ser buenos y empobrece a los débiles y pobres, porque les toca la mala suerte.

Un dios a favor del Patriarcalismo. A semejanza de los hombres…

Sin embargo Dios es hombre y mujer. No tiene forma. Es todo con todos y todas. Padre y Madre. El Verbo se hizo carne… Es un Dios afroasiático, negro y blanco. Se ha manifestado de diversas formas, no solo en el Cristianismo, sino en todas las religiones. Por eso podemos vivir un Ecumenismo, no solo entre las diversas religiones cristianas, sino entre todos los modos religiosos, porque Dios se hace presente en todos ellos.

Un Dios de la vida en las personas y en la ecología. Dios se hace vida y acompaña a toda la creación llenándola de vida. No se complace en “en este valle de lágrimas”, sino que nos llena de Vida y Esperanza. Resucitado, vive con nosotros.

Un Dios de la muerte y la Resurrección. Vivo, presente en cada persona y en cada realidad. No reservado a los templos. Toda la creación, el cosmos entero es un templo. No necesitamos acudir a las catedrales ni a los lugares sagrados para encontrarnos con Dios. Podemos ENCONTRAR la experiencia de Dios en nuestro quehacer cotidiano, en nuestras relaciones, creencias, liturgias y hasta en el respeto de nuestra moral. Un Dios vivo como ALGUIEN presente en toda NUESTRA VIDA.

NO TENGÁIS MIEDO, SOY YO (Lc 24, 35-48)


col labrador

 

fe adulta

Para la comunidad de Jesús no fue nada fácil hacer el camino de la Pascua. El horror y el fracaso de la cruz los dejó y las dejó sin aliento, con la esperanza quebrada y el miedo como único horizonte. Algunas mujeres del grupo habían vivido una experiencia que las sostenía en la certeza de que Jesús estaba vivo, aunque con una presencia diferente, pero para la mayoría de la comunidad su testimonio era una locura difícil de creer.

Contaron lo que les había pasado (Lc 24, 35-36)

La decepción y el fracaso se apodera de la mayoría y muchos deciden volver a su casa y retomar la vida que habían abandonado para seguir a Jesús. Así lo recordaba aquella pareja que, abandonando Jerusalén, se dirigía a Emaús. El proyecto de Jesús había sido un sueño, pero todo había acabado. Quedaba el recuerdo de lo vivido y, poco a poco, al evocarlo su experiencia se fue transformando. Al final del trayecto se sentaron a compartir el pan y mientras lo partían supieron, más allá de toda evidencia, que Jesús estaba vivo y que, de alguna manera, él les estaba ayudando a comprender lo que había pasado y recuperar las fuerzas para seguir anunciando la Buena Noticia.

De regreso a Jerusalén se encontraron a la comunidad entre dudas y certezas. Querían creer lo que las mujeres y los de Emaús testimoniaban, pero la tristeza y la impotencia seguían siendo más fuerte.

Y se arriesgaron a creer… (Lc 37-44)

Los discípulos y las discípulas de Jesús necesitaron tiempo para mirar lo que había ocurrido de otra manera. Necesitaron tiempo para calmar su miedo. Necesitaron tiempo para liberar su corazón de la tristeza y de la incertidumbre. Necesitaron tiempo para afrontar con valentía sus dudas y buscar nuevas respuestas.

Y en ese tiempo, poco a poco, fueron aflorando las certezas. Jesús los acompañaba en ese camino. De él brotaba la paz que se iba instalando en sus corazones. No era la paz de la resignación ni de la ausencia de conflicto. Era la paz de quien recuperaba la esperanza, de quien se sentía acompañado/a y sostenido/a. No era una ilusión ni una locura, era una certeza honda y poderosa: la vida de Jesús no podía terminar clavada en una cruz porque su persona y su mensaje habían traído al mundo algo tan definitivamente liberador que solo podía venir de Dios.

La duda fue la compañera que los y las mantuvo alerta, que les permitió salir del miedo y la tristeza. A tientas fueron recuperando la esperanza, al calor de la Escritura entendieron que su vida se hacia misión y al partir el pan volvieron a sentirse comunidad reunida, ahora en nombre de Jesús.

Compartir la mesa: memoria y testimonio (Lc 24, 45-49)

Para las primeras comunidades, sentarse a la mesa y compartir vida y alimento se hizo espacio de memoria y testimonio. En su mente y en su corazón seguían muy presentes aquellas experiencias vividas en Galilea junto a Jesús compartiendo con los/as pobres y desheredados/as, con los/as marginados/as y estigmatizados/as la Buena Noticia de un Dios amor y perdón, que no quería dejar a nadie fuera ni que nadie se erigiera en juez de otros/as por defender fronteras o leyes. Esos recuerdos se asociaban muchas veces a una comida, a una fiesta, a una sobremesa. En esos espacios había algo nuevo, cargado de esperanza y futuro.

Esa comensalidad se hizo honda vivencia en aquella última cena compartida con Jesús, aunque en aquel momento les resultaba difícil comprender lo que estaba pasando. Después de la condena del Maestro, la incertidumbre y el miedo oscureció aún más su horizonte. Sentados a la mesa comenzaron a recordar todo lo que les había dicho y todo lo vivido junto a él. Entonces, poco a poco, fueron dejando que la Santa Ruah refrescara su corazón y les ayudase a ver. Y sintieron a Jesús junto a ellos/as, lo escucharon y lo entendieron.

A la certeza de que Jesús había resucitado no llegaron por el impacto de unas visiones sino de un proceso personal y colectivo, en el que hubo dudas y oscuridad, pero en el que descubrieron un lugar seguro que los/as sostuvo e impulsó más allá de lo evidente. La vida de Jesús se les hacía presente en las pequeñas cosas cotidianas: en el trabajo, en los caminos, en los gestos. Cosas que evocaban encuentros, vivencias, sueños compartidos junto a Jesús que los y las había transformado, liberado, reconciliado. Y eso, en sus vidas, no era algo fugaz ni perecedero sino duradero y capaz de atravesar cualquier fracaso y oscuridad.

Así nos lo contaron, aunque para expresarlo tuvieran que hacer uso de imágenes y recursos literarios que quizá hoy nos resulten difíciles de comprender, pero que debemos tener en cuenta para poder recibir con hondura y verdad su experiencia y hacerla nuestra en nuestro presente y en nuestras circunstancias.

CON LAS VÍCTIMAS José Antonio Pagola

 


Según los relatos evangélicos, el Resucitado se presenta a sus discípulos con las llagas del Crucificado. No es este un detalle banal, de interés secundario, sino una observación de importante contenido teológico. Las primeras tradiciones cristianas insisten sin excepción en un dato que, por lo general, no solemos valorar hoy en su justa medida: Dios no ha resucitado a cualquiera; ha resucitado a un crucificado.

Dicho de manera más concreta, ha resucitado a alguien que ha anunciado a un Padre que ama a los pobres y perdona a los pecadores; alguien que se ha solidarizado con todas las víctimas; alguien que, al encontrarse él mismo con la persecución y el rechazo, ha mantenido hasta el final su confianza total en Dios.

La resurrección de Jesús es, pues, la resurrección de una víctima. Al resucitar a Jesús, Dios no solo libera a un muerto de la destrucción de la muerte. Además «hace justicia» a una víctima de los hombres. Y esto arroja nueva luz sobre el «ser de Dios».

En la resurrección no solo se nos manifiesta la omnipotencia de Dios sobre el poder de la muerte. Se nos revela también el triunfo de su justicia sobre las injusticias que cometen los seres humanos. Por fin y de manera plena triunfa la justicia sobre la injusticia, la víctima sobre el verdugo.

Esta es la gran noticia. Dios se nos revela en Jesucristo como el «Dios de las víctimas». La resurrección de Cristo es la «reacción» de Dios a lo que los seres humanos han hecho con su Hijo. Así lo subraya la primera predicación de los discípulos: «Vosotros lo matasteis elevándolo a una cruz... pero Dios lo ha resucitado de entre los muertos». Donde nosotros ponemos muerte y destrucción, Dios pone vida y liberación.

En la cruz, Dios todavía guarda silencio y calla. Ese silencio no es manifestación de su impotencia para salvar al Crucificado. Es expresión de su identificación con el que sufre. Dios está ahí compartiendo hasta el final el destino de las víctimas. Los que sufren han de saber que no están hundidos en la soledad. Dios mismo está en su sufrimiento.

En la resurrección, por el contrario, Dios habla y actúa para desplegar su fuerza creadora en favor del Crucificado. La última palabra la tiene Dios. Y es una palabra de amor resucitador hacia las víctimas. Los que sufren han de saber que su sufrimiento terminará en resurrección.

La historia sigue. Son muchas las víctimas que siguen sufriendo hoy, maltratadas por la vida o crucificadas injustamente. El cristiano sabe que Dios está en ese sufrimiento. Conoce también su última palabra. Por eso su compromiso es claro: defender a las víctimas, luchar contra todo poder que mata y deshumaniza; esperar la victoria final de la justicia de Dios.

NADA HISTÓRICO PUEDE SUCEDER A JESÚS MÁS ALLÁ DE LA MUERTE DOMINGO 3º DE PASCUA (B) Lc 24,35-48


 


Marcos, que es el primero que escribió, no sabe nada de apariciones. Incluso en el final canónico, que es un añadido del s. II, únicamente se mencionan algunas apariciones constatadas ya en otros evangelistas. Mateo tampoco aporta un relato completo. Jesús se aparece a las mujeres que van al sepulcro y les manda anunciar a los discípulos que vayan a galilea y allí le verán. En un monte en Galilea se aparece Jesús y les manda a predicar y a bautizar. Lc y Jn, que son los últimos que escriben, tienen relatos con todo lujo de detalles. Esto nos indica que los relatos se han ido elaborando por la comunidad a través de los años.

Podemos constatar con toda claridad que los relatos más tardíos son los que tienden a la materialización de la presencia, tal vez para contrarrestar la duda, que se destaca cada vez más. En Mateo se duda que sea el Cristo; en Lucas y Juan se duda de que sea Jesús de Nazaret. La materialización y la duda están relacionadas entre sí. Cuando los testigos de la vida terrena de Jesús van desapareciendo, se siente la necesidad de insistir en la corporeidad del Jesús resucitado para ser más convincentes. Caen en la trampa en la que nosotros seguimos aprisionados: creer que lo real es solamente lo que se puede ver.

En Lucas, todas las apariciones y la subida al cielo, tienen lugar en el mismo día. En el episodio que leemos hoy, Jesús aparece ‘a los once y a todos los demás’, de improviso, como había desaparecido después de partir el pan en Emaús. Se presenta en medio, no viene de ninguna parte. El relato de Emaús, que precede, había dejado claro que Jesús se hace presente en el camino de la vida, en la Escritura y en la fracción del pan. Aquí se hace presente en medio de la comunidad reunida. Esto lo tenía ya muy claro la comunidad, cincuenta o sesenta años después de la muerte de Jesús, cuando se escribió este evangelio.

Llenos de miedo. No tiene lógica. Los discípulos ya conocían el anuncio de las mujeres, la confirmación del sepulcro vacío, y una aparición al mismo Pedro que el evangelio menciona, pero no narra. Los de Emaús estaban contando lo que les acababa de pasar. Si a pesar de todo siguen teniendo miedo, quiere decir que fue difícil comprender que pueda haber Vida más allá de la muerte. También nos advierte de que, lo que se narra, no pudo ser una invención de los discípulos, porque no estaban nada predispuestos a esperar lo sucedido. En Juan, los discípulos tienen miedo de los judíos; en Lucas, tienen miedo del mismo Jesús.     

Creían ver un fantasma. El texto se empeña en que tomemos conciencia de lo difícil que fue reconocer a Jesús. Los que acaban de llegar de Emaús caminan varios kilómetros con él y cenan con él sin conocerlo. Incluso Magdalena, que le quería con locura, pensó que se trataba del hortelano. ¿Qué nos quieren decir esta insistencia en que eran incapaces de reconocerlo? Nos están advirtiendo de que era Jesús, pero no era el mismo. En relato de hoy se dice: Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros”. ¿Es que en ese momento no estaba con ellos? Estas incongruencias nos tienen que abrir los ojos.

Mirad mis manos y mis pies, palpadme. Las manos y los pies, prueba de su muerte por amor en la cruz y de que es Jesús el mismo que crucificaron quién se deja ver ahora. Se insiste en la materialidad, para demostrar que no se trata de fantasías o ilusiones de los discípulos. En absoluto estaban predispuestos a creer en la resurrección, más bien se les impuso contra el sentir de todos ellos. Esto da plena garantía a lo que nos trasmiten, aunque al envolverlo en un relato, tenemos el peligro de quedarnos en el envoltorio. 

¿Tenéis ahí algo que comer? Dice un adagio latino: quod satis probatur nihil probatur. Lo que prueba demasiado no prueba nada. Si el cuerpo de Jesús seguía desarrollando las funciones vitales, necesitaría seguir comiendo y respirando etc. Sería un absurdo completo que Jesús pudiera comer después de muerto y no tiene ninguna posibilidad de que fuese real esa comida. Lo que intenta es decirnos lo difícil que fue para ellos aceptar que había una Vida después de la muerte. La experiencia pascual de los seguidores sí fue real, pero no hay manera de comunicarla a los que no han tenido esa experiencia. El afán por demostrar lo indemostrable los lleva a estas incongruencias y meteduras de pata.

Así estaba escrito. Lucas insiste, siempre que tiene ocasión, en que se tienen que cumplir las Escrituras. En todos los salmos que hablan de siervo doliente, termina con la intervención de Dios que se pone de su parte y lo reivindica. Los primeros cristianos eran todos judíos; no tenían otro universo religioso para interpretar a Jesús que su Escritura. A pesar de que Jesús dio un paso de gigante sobre las Escrituras a la hora de decirnos quién es Dios, ellos siguen echando mano del AT para interpretar su figura. No es que se tengan que cumplir las Escrituras, es que hacen un relato, ad hoc, para que se cumplan.

Mientras estaba con vosotros. Indica con toda claridad que ahora no está con ellos físicamente. Estas son las pistas que nos advierten para no caer en la trampa de una interpretación literal. Jesús está presente en medio de la comunidad. Su presencia es objeto de experiencia personal, pero no se trata de la misma presencia de la que disfrutaron cuando vivía con ellos. Jesús es el mismo, pero no está con ellos de la misma manera que lo hacía cuando andaba por los caminos de Galilea. Esta presencia de Jesús en medio de la comunidad es mucho más real que antes. Ahora es cuando descubren al verdadero Jesús.

Los discípulos estaban incapacitados para asumir la muerte de Jesús. Ni mientras vivía con ellos, ni después de muerto, podían asumir que el Mesías tuviera que padecer una muerte tan espantosa. Ni la idea de Dios que manejaban, ni la idea de Mesías que podían elaborar desde el AT, los podía llevar a aceptar la destrucción total del hombre Jesús. En ninguna parte del AT se dice que el Mesías tuviera que morir y menos de esa manera. Todas las citas que se hacen en los evangelios para explicar su muerte están traídas por los pelos.

En la primera lectura, Pedro, y en la segunda Juan, nos recuerdan que somos nosotros los que debemos manifestar ese amor de Dios. "Arrepentíos y convertíos para que se perdonen los pecados"; y Juan: "Quien dice, yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él". Somos nosotros los que tenemos que resucitar, haciendo nuestra la misma Vida que Jesús alcanzó mientras vivía y que mantiene después de muerto. Esta es la intención de los evangelios al escribir lo que escribieron.

Para terminar, recordar la última diferencia notable entre Lucas y Juan. En Juan exhala su aliento sobre ellos y les confiere el Espíritu. En Lucas les promete que se lo enviará. La diferencia es solo aparente, porque el Espíritu, ni tienen que mandarlo, ni tiene que venir de ninguna parte. Es una realidad Espiritual que está siempre en nosotros. Podemos decir que llega a nosotros cuando lo descubrimos y dejamos que su presencia renueve todo nuestro ser. Ese Espíritu no es un ser especial, sino la misma Vida que vivió y manifestó Jesús. Dios es Espíritu y está en todas partes sin posibilidad alguna de ausencia.

 

PERDÓN, RESURRECCIÓN Y MISIÓN Domingo 3º de Pascua. Ciclo B

 

fe adulta

El perdón

Las tres lecturas de hoy coinciden en el tema del perdón de los pecados a todo el mundo gracias a la muerte de Jesús. La primera termina: “Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.” La segunda comienza: “Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el justo.” En el evangelio, Jesús afirma que “en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos”.

Personas con poco conocimiento de la cultura antigua suele decir que la conciencia del pecado es fruto de la mentalidad judeocristiana para amargarle la vida a la gente. Pero la angustia por el pecado se encuentra documentada milenios antes, en Mesopotamia y Egipto. Lo típico del NT es anunciar el perdón de los pecados gracias a la muerte de Jesús.

La resurrección

En esta época de Pascua, es lógico que el evangelio de este domingo conceda especial importancia a la resurrección de Jesús. Imaginemos la situación de los primeros misioneros cristianos. ¿Cómo convencer a la gente para que crea que una persona condenada a la muerte más vergonzosa por las autoridades, religiosas, intelectuales y políticas ha resucitado, de que Jesús sigue realmente vivo?

Lucas parece moverse entre cristianos que tienen muchas dudas a propósito de la resurrección (recuérdese que en Corinto había cristianos que la negaban), y proyecta esa situación en los apóstoles: ellos son los primeros en dudar y negarse a creer, pero Jesús les ofrece pruebas físicas irrefutables: camina con los dos de Emaús, se sienta con ellos a la mesa, bendice y parte el pan. El episodio siguiente, el que leemos este domingo, insiste en las pruebas físicas: Jesús les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de tocarlos, y llega a comer un trozo de pescado ante ellos.

El hecho de que Jesús comiese un trozo de pescado podría ser una prueba contundente para los discípulos, pero no para nosotros, los lectores actuales del evangelio, que debemos hacer un nuevo acto de fe: creer lo que cuenta Lucas.

Por eso, el evangelista añade un breve discurso de Jesús que está dirigido a todos nosotros: en él no pretende probar nada, sino explicar el sentido de su pasión, muerte y resurrección. Y el único camino es abrirnos el entendimiento para comprender las Escrituras. A través de ella, de lo anunciado por Moisés, los profetas y los salmos, se ilumina el misterio de su muerte, que es para nosotros causa de perdón y salvación.

La misión

Las últimas palabras de Jesús anuncian el futuro: “En su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.” La frase final: “vosotros sois testigos de esto” parece dirigida a nosotros, después de veinte siglos. Somos testigos de la expansión del evangelio entre personas que, como dice la primera carta de Pedro, “lo amáis sin haberlo visto”. Esta es la mejor prueba de la resurrección de Jesús.

 

FE Y RELATOS MENTALES Domingo III de Pascua 14 de abril Lc 24, 35-48

col lozano art

 

fe adulta

Parece claro que, una vez que la persona se ha adherido a una fe o creencia, la mente trata de encontrar una “explicación” que resulte coherente y abarcadora. Todo puede ser explicado desde la nueva posición.

Según investigaciones recientes en el campo de las neurociencias, lo que realmente le interesa al cerebro no es la verdad, sino la coherencia: que todo lo planteado resulte un conjunto que aparezca como coherente. Esta es la función de lo que algunos científicos han denominado “el intérprete”. Dichas investigaciones desnudan la capacidad cerebral para inventar lo que sea necesario con tal de dotar de coherencia a su propio relato. En la lectura de hoy, se aprecia el recurso a las Escrituras para “explicar” e incluso justificar todo lo sucedido con Jesús.

De esa aguda capacidad cerebral, parecen derivarse, al menos, dos consecuencias: la primera es que la realidad es lo suficientemente abierta como para admitir diferentes lecturas; la segunda, una invitación a desconfiar o, al menos, sospechar de las propias creencias y construcciones mentales de todo tipo.

Que sean posibles diferentes lecturas no significa justificar el relativismo vulgar -otra creencia más-, sino reconocer que la realidad nos desborda y que nuestro conocimiento será siempre situado, es decir, relacional o relativo (a un tiempo y a un espacio). Tal reconocimiento constituye una invitación a la humildad y, por tanto, a un diálogo respetuoso, que empieza por relativizar el propio posicionamiento.

Sin embargo, tal actitud únicamente será posible si somos capaces de vivir en la incertidumbre, donde solo hay una única certeza: la certeza de ser. Tal como escribe Mónica Cavallé, «todos sabemos y sentimos que somos; todos tenemos una conciencia directa e inmediata de nuestro propio ser» (El coraje de ser. La aventura del autoconocimiento filosófico, Kairós, Barcelona 2023, p.92). Esa es la base del reconocimiento de nuestra verdadera identidad.

PEDRO Hechos 3, 13-15. 17-19


col munarriz

 


«Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello»

Podemos creer que los relatos de la Resurrección narran unos hechos que ocurrieron y aceptar que Jesús resucitado atravesaba paredes y comía pescado, y podemos creer que la “experiencia pascual” fue una simple vivencia mística no perceptible por los sentidos. Lo mismo da; es irrelevante para nuestra fe que creamos una u otra cosa. Lo que importa es creer que Jesús nos ha mostrado que hay más vida tras la muerte y que nosotros estamos destinados a vivirla. Lo que importa es que eso nos mueva a cambiar nuestra vida como cambió la de Pedro y el resto de los Testigos.

Hoy no vamos a tomar como referencia el evangelio de Lucas, cuyo mensaje coincide básicamente con el de Juan del domingo pasado, sino la primera lectura que recoge las palabras de Pedro a los israelitas en el Templo de Jerusalén.

«Varones israelitas… El Dios de Abraham ha glorificado a su hijo Jesús a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato cuando éste había resuelto ponerle en libertad. Negasteis al santo y pedisteis que se os diese un homicida. Matasteis al autor de la vida a quien Dios ha resucitado de entre los muertos, y nosotros somos testigos».

Como decía Ruiz de Galarreta, ¿es éste el mismo Pedro que no se atrevió a afrontar las burlas de una criada y renegó de Jesús? ¿Qué le ha pasado? Viéndole ahora dando la cara con semejante arrojo, nos admiramos del cambio que el Espíritu ha producido en él; nos asombramos de la fuerza con la que actúa el espíritu de Jesús.

Pedro estaba muerto y ha resucitado. Muerto de miedo, de prejuicios religiosos, de falsos mesianismos. Estaba muerto y el Espíritu lo ha resucitado. Es una imagen viva de cada uno de nosotros y de la Iglesia entera, en gran parte muertos, necesitados del Espíritu para poder resucitar, para poder creer de veras y asumir la misión.

El espíritu de Jesús convirtió a Pedro y al resto de sus discípulos en mensajeros, en enviados, en testigos que nos muestran el camino. De ellos aprendimos a concebir la Iglesia como un grupo de mujeres y hombres que se sienten enviados, que aceptan ser mensajeros, que quieren hacer de su vida testimonio, porque se sienten invadidos por el mismo Espíritu que arrastraba a Jesús,

Pero este espíritu necesita alimentarse para crecer, y se alimenta en la contemplación, en las obras y en la comunidad. La contemplación de Jesús multiplica la fascinación y la adhesión; las obras son la puesta en práctica de sus valores y criterios y reafirman la validez del mensaje; la comunidad está encarnada en la Iglesia, y especialmente en la celebración fraternal de la eucaristía, que contagia la fe y nos hace vivir en común nuestra experiencia pascual.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

jueves, 4 de abril de 2024

La teología del dominio: refutando una falacia

Leonardo Boff

Está siendo discutido entre analistas políticos, en el seno de grupos neopentecostales, en gran parte bolsonaristas, el paso de la teología de la prosperidad a la teología del dominio. Estimo que el actual conflicto entre el Estado sionista de Israel y la Franja de Gaza con características de carnicería e incluso de genocidio de palestinos haya reforzado en Brasil este paso. Se sabe desde hace mucho tiempo que Benjamín Netanyahu es un sionista radical de extrema derecha que expresó su proyecto de restaurar Israel con las dimensiones que tenía, en su auge, en tiempos de David y de Salomón. De ahí su apoyo sin restricciones a la expulsión y a la colonización de los territorios de la Cisjordania, de población árabe musulmana.

La teología del dominio o el dominionismo nació en los USA en los años 70 del siglo pasado, en un contexto de reconstrucción cristiano calvinista. Como es sabido Calvino en el siglo XVI instauró en Ginebra un gobierno religioso extremadamente riguroso y violento hasta con pena de muerte. Sería un modelo para todo el mundo.

El dominionismo agrupa varias tendencias cristianas fundamentalistas, inclusive integristas católicos que postulan una política exclusivamente religiosa, de base bíblica, a ser aplicada en toda la humanidad con exclusión de cualquier otra expresión, considerada como falsa y por eso sin derecho a existir. Es la ideología totalizadora central para la derecha cristiana en el campo de la política y de las costumbres.

Veamos cuál es la base bíblica fundamental que sustenta esta teología. Se basa en el primer capítulo del Génesis. A decir verdad en el Génesis hay dos versiones de la creación, pero se aprovecha solo la primera, que se refiere directamente al dominio. Veamos el texto:

“Dios dijo: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza para que domine sobre los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los animales salvajes y todos los reptiles que se arrastran sobre la tierra. Dios creó el hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, macho y hembra los creó. Y Dios los bendijo y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y subyugadla, mandad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo lo que vive y se mueve sobre la tierra” (Génesis 1,26-29).

Este texto así como está legitima todo tipo de dominación y ha servido a los desarrollistas de argumento para su proyecto de crecimiento ilimitado.

Sin embargo, ha sido leído de forma fundamentalista y literalista, sin tener en cuenta que entre nosotros hoy y el relato bíblico distan por lo menos 3-4 mil años. El sentido de las palabras cambia. Esos grupos no consideran lo que ellas significaban en la época en que fueron escritas hace miles de años. Desvelemos su significado en hebreo. Veremos que el texto, interpretado hermenéuticamente como debe ser, muestra la falacia de la teología del dominio. Ella representa un delirio paranóico, irrealizable en la fase del mundo plural y globalizado en el que nos encontramos.

El texto debe ser interpretado en la óptica de la afirmación del ser humano creado “a imagen y semejanza de Dios”. Con esta expresión, no se quiere en hebreo definir lo que es el ser humano (su naturaleza); al contrario, se quiere determinar lo que él, operativamente, debe hacer. Así como Dios sacó todo de la nada, el ser humano, creado creador, debe llevar adelante lo que Dios creó con benevolencia: “Dios vio que todo era bueno” (Génesis1,25). El significado original en hebreo de “imagen y semejanza” (selem y demût) quiere decir que el ser humano es el representante y el lugarteniente del Creador.

Las expresiones “subyugar” y “dominar” deben ser entendidas, simplemente, como “cultivar y cuidar”. Pero vamos a los detalles. Para “dominar” usa la palabra hebrea radash (Génesis 1,26) que significa gobernar bien como el Creador gobierna su creación. Para subyugar emplea en hebreo el término kabash (Génesis 1,28), que significa actuar como un rey bueno, no dominador, que sabiamente mira hacia sus súbditos. Por eso el salmo 8 alaba a Dios por haber creado al ser humano como rey:

“Tú lo hiciste apenas inferior a un ser divino, tú lo coronaste de gloria y honra, le diste el dominio (kabash) sobre las obras de tus manos, sometiste (radash) todo a sus pies; las ovejas y todos los bueyes y hasta los animales salvajes, las aves del cielo y los peces del mar, todo lo que se abre camino por el mar” (Salmo 8,6-9).

Aquí, como en el Génesis 1, no hay nada de violencia ni de dominación: hay que actuar como el Creador, que obra con amor hasta el punto de decir en el libro de la Sabiduría que “creó todos los seres con amor y ninguno con odio, si no, no los habría creado… Él es el apasionado amante de la vida” (Sabiduría 1,24.26). Aquí se desvanece la base para cualquier teología del dominio.

Hay una segunda versión del Génesis (2,4-25) que es distinta de la primera y nunca ha sido referida por los representantes de la teología del dominio. En esta segunda, Dios saca a todos los seres del polvo de la tierra, también al ser humano, estableciendo con eso un lazo de profunda hermandad entre todos. Creó al hombre, que vivía en soledad. Entonces le dio una mujer, no para procrear, sino para ser su compañera (Génesis 2,23). Los puso en el Jardín del Edén, no para dominarlo, sino para “cultivarlo y guardarlo” (2,15), usando las palabras hebrea abad para arar-cultivar y shamar para guardar o cuidar.

Esta comprensión que pone a todos los seres sacados del mismo origen, del polvo de la tierra, y confía a la pareja humana la misión de cultivar y guardar, proporcionaría otro tipo de fundamento para la convivencia de todos los seres humanos con todos los demás seres de la naturaleza. Aquí no existe ninguna base para el dominio, al contrario, lo niega en favor de una convivencia armoniosa entre todos.

Este análisis, basado en el hebreo, es decisivo para dejar de apoyar una interpretación fuera de tiempo, fundamentalista, al servicio de un sentido político, excluyente y totalitario del dominio sobre los pueblos y sobre la Tierra, como si fuera el proyecto de Dios. Nada más distorsionado y falso. Por más que el fundamentalismo y la orientación de extrema derecha en política esté creciendo en el mundo, esta tendencia no ofrece las condiciones objetivas reales para prevalecer y constituir una única forma religiosa de organizar la política de la humanidad, una y diversa.

*Leonardo Boff, profesor de teología sistemática con acento en la teología bíblica. Véanse algunas fuentes entre tantas: Aubrey Rose (org.) Judaism and Ecology., N.York 1992; Ronald A.Simkins, Criador e Criação: a natureza da mundividência do Antigo Israel, Vozes 1994, pp.158-160; James B.Martin-Schramm&Robert L.Stivers, Christian environmental Ethics, N.York 2003 esp, pp. 102-104; von Rad. Das erste Buch Mose, Genesis, Göttingen 1967.

Traducción de MªJosé Gavito Milano